Día 7. Bmw vs Range Rover.
28 de abril. Me despierto en Casablanca en un hotel grande pero mediocre. No sé que pasa en Marruecos que todavía no he visto un hotel donde haya más de un par de luces de bajo consumo con las que apenas ves nada dentro de la habitación. Será que son muy ahorradores. He madrugado y enseguida estoy en la calle intentando localizar en el gps la dirección donde tengo que ir, puesto que el mapa que llevo no tiene base de datos. Me acaba ayudando un policía que lleva también una F-GS como la mía, pero como la mayoría de gente (ayer también pregunté) no tien mucha idea de por donde para el cruce de avenidas donde se encuentra el concesionario BMW.
Al final, localizamos en el gps la avenida principal y ya solo tengo que ir siguiéndola hasta el cruce hasta dar con el sitio. No me cuesta mucho llegar hasta allí, es temprano, hay poco tráfico y el freno delantero apenas se queja cuando le exijo un esfuerzo.
Así que a las 8 de la mañana estaba yo ya plantado en la oficina de atención post-venta del concesionario Smeia, importador exclusivo de BMW y Range Rover, me atendieron rápido y eficazmente, al mismo recinto del concesionario se accede tras pasar una barrera con vigilancia y una vez dentro no sabrías si estás en Casablanca o en Munich, así que no había otra cosa que hacer que entregar la moto y disponerse a pasar un buen rato en la sala de espera y echar un vistazo a los coches y motos expuestos de vez en cuando. Bueno, no es mal plan para aguantar aunque sean 3 o 4 horitas entre que miran, deciden lo que van a hacer, reparan etc...
Al rato de estar allí aparece una pareja de franceses con una GS1200, después de ser atendidos por el personal me acerco y hablamos un rato, han venido en ferry desde Francia a rutear unos días, tienen el tiempo justo para llegar a Chefchaouen e iniciar la vuelta desde Tanger, pero dice que se estan quedando sin neumático trasero (error de cálculo igual que su indumentaria que es prácticamente de paseo: chaqueta de cuero, casco y poco más) y que le da miedo porque siguen las lluvias esos días en todo el norte, aunque yo no veo el neumático tan mal.
Pasan las horas, el francés está que se sube por las paredes, solo espera un cambio de neumático, pero todavía no saben ni siquiera si lo tienen, y en una de esos breves intercambios de comentarios acerca de lo lento que es todo en África (aunque ese concesionario parezca una pequeña porción de Europa) le comento que yo no veo el neumático tan mal como para no poder seguir el viaje, si llueve mucho basta con bajar la velocidad al mínimo, total, aquí lloviendo es un suicidio circular, así que más vale tomarselo con calma. Parece poco convencido, pero al rato le comunican que no tienen neumáticos de su modelo y medida y acaba de convencerse del todo. Nos despedimos y yo me quedo en el mismo sitio.
Para mí las cosas siguen igual, me explican lo que tiene el freno y lo que van a hacer, cambiar pastillas delanteras y traseras y arreglar el latiguillo trasero que tiene una fuga, lo mandarán a reparar a un taller especializado, básicamente porque tampoco tienen el recambio, y aquí, aunque estés en un concesionario oficial también hacen arreglos artesanales.
Mientras tanto, he estado observando en mis idas y venidas por el concesionario las grúas que han llegado durante la mañana cargando coches de alta gama averiados para entrar al taller. Concretamente 1 Bmw X5 contra 5 Range Rover y Land Rover Discovery. En una mañana y todos del país.
Me mandan a dar un paseo y a comer algo ya que cierran al mediodía. Parece que a primera hora de la tarde recibirán la pieza y se pondrán a montar. Bueno, a ver si puedo estar sobre las 5 en ruta. Me acerco andando en dirección al centro para no coger un taxi, pero tampoco tengo tiempo ni ganas de hacer gran cosa, ando pensando en como rehacer mi ruta de vuelta, ya he perdido casi un día. Como algo sin prisa y vuelvo a la hora que abren.
En la gran tv que tienen instalada en la zona del servicio postventa hay noticias continuas, en árabe, y llevo un buen rato viendo imágenes de algún follón en un país árabe, sin darle mayor importancia pienso que es alguno de los disturbios de Siria que ha acabado una vez más con muertos, se ven una y otra vez las mismas imágenes pero obviamente no me entero de nada, y los empleados de aquí se levantan, paran unos segundos delante del tv y siguen con sus cosas sin comentar nada. Hasta que de repente parece que actualizan noticias, veo que todo el personal, uno a uno, se van levantando y empiezan a hacer un corro delante de la tv mirando las noticias con un silencio respetuoso, hacen algún que otro comentario pero todos tienen apariencia grave. Parece que ahora sí hay noticias y no son agardables. Así que pregunto. Y la respuesta no es agradable: una maleta bomba en la plaza Djemaa El Fna de Marrakesh ha provocado varios muertos en una terraza de uno de los cafés más famosos.
Al principio no sé como tomarmelo. Comentamos la gravedad del tema y lo lamento por ellos, es un país realmente tranquilo y eso es una excepción que puede afectar mucho al turismo. Me lo han dicho suavemente y me observan cautelosamente como si pensaran que me va a dar un ataque de ansiedad o algo así, el pobre europeo que le ha pillado el atentado islamista en plena ruta por la zona parece que debería ponerse paranoico a estas alturas y querer marcharse aunque sea sin frenos. Ellos no saben que ayer tarde estaba en Marrakesh con intención de quedarme hasta hoy. Pero la verdad es que no me afecta demasiado, los atentados, cuando han pasado han pasado, lo que quiero yo es poder seguir mi ruta, aunque ya es tarde para rehacerla y eso es lo único que me agobia.
Siguen pasando las horas, creía que estaría en ruta a las 5, pero tampoco es a las 6, ahora ya empiezo a estar nervioso porque las 7 se acercan y la cosa sigue igual, cada vez que pregunto me dicen que ya la están terminando. Parece que no acaban de estar seguros que el latiguillo quede bien montado y no pierda por ninguna parte. Al final me anuncian que la moto está lista y me la traen, pero todavía tiene algún tornillo suelto, así que vuelven a llevársela, y al final, cuando me la entregan, la mayoría de empleados han salido ya para sus casas y me despiden el responsable de postventa que se encargó de mi moto y una chica de ventas muy simpática, ya son más de las 7.
Así pues empiezo de nuevo la ruta sin haber decidido lo que voy a hacer, han ido pasando las horas y mis planes han ido desmoronándose a medida que perdía más y más tiempo, así que decido salir a toda prisa de casablanca y pensar mientras hago ruta hacia el norte. Estoy muy lejos de la zona donde debería haber estado en el Atlas, ir hacia allí me supone terminar la ruta un día más tarde, cosa que no me puedo permitir si no quiero tener que hacer la ruta de vuelta ya en España de un tirón, y son más de 1200km.
Ya en la autopista, empezando a anochecer, me pego un par de sustos de muerte, dos veces veo una sombra cruzar ante mí circulando a 120km/h, aquí la iluminación es pésima y la gente cruza la autopista corriendo, hasta que no dejo los suburbios de Casablanca el tema me pone los pelos de punta, y de momento he decidido que me voy directo a Rabat a buscar sitio para dormir.
Llego a Rabat ya en plena noche, otra vez estoy buscando hotel cuando son casi las 9 de la noche, el centro está a tope de gente, es un caos circular por la avenida que está a las puertas de la medina con la habitual mezcla de peatones, coches, bicis y carritos en todas direcciones, y los hoteles llenos. Así que me alejo un poco del centro y encuentro un hotelito muy correcto en una zona residencial de estilo europeo, con una avenida con vias de tranvía moderno y muchas villas señoriales del siglo pasado.
Hay sitio en el hotel, así que descargo maletas y me dispongo a meter la moto en el parking. Pero ahí empieza la odisea. El "botones" se empeña en que meta la moto por una rampa que termina en un espacio lleno de trastos donde solo cabe la moto justita, pero es imposible darle la vuelta, habría que sacarla marcha atrás por la rampa, y para colmo la puerta es de doble hoja pero solo se abre una, la otra hace años que está atrancada, y debería desmontar las maletas para pasar por ahí. Así que le digo que no, que dejo la moto en la calle a las puertas del hotel y listos. Pero empieza otra vez la misma discusión que ya tuve en Casablanca, que allí no se puede dejar la moto en la calle sin vigilancia! Pero si a mi me parece un barrio tan acomodado y seguro como en cualquier ciudad del norte de Francia.
Después de discutir un rato se le ocurre al recepcionista del hotel que allí cerca hay un parking público subterráneo de reciente construcción, y el botones se dispone a subirse a mi moto para indicarme. Otra vez le tengo que explicar a un personaje de estos que destrás de mí llevo equipaje con la comida y que además a mi moto no se sube nadie sin casco. El surrealismo va en aumento a cada minuto. Yo voy por una calle en moto y el hombre va por otra, corriendo, porque los sentidos de las calles me obligan a ir un poco más alejado, y en los cruces me va indicando de lejos con grandes aspavientos, hasta que llegamos a una gran plaza moderna, el hombre está jadeando ahí esperándome en la entrada del parking mientras yo rodeo la plaza para entrar en el sentido correcto, y baja corriendo tras de mí cuando yo bajo la rampa. Siguiente sorpresa: la barrera no se abre. El hombre se va a buscar a alguien porque no hay forma de pasar, el detector que abre la barrera no se entera que hay una moto. Después de desaparecer por los pasillos de un gran parking moderno y totalmente vacío encuentra a un resposable del parking, se acercan dicutiendo y otra sorpresa más: el parking no admite motos, por eso no las detecta. Bien, ya tengo suficiente. Me marcho.
En el hotel no quieren saber nada de dejar la moto en la calle, así pues, vuelvo al hotel y cojo los bártulos, recoloco el equipaje, me equipo, arranco la moto y... en ese preciso instante, un negro alto que ha presenciado todos los acontecimientos desde hace media hora me pregunta como es que me voy, le digo que porque no hay parking y no me dejan aparcar en la calle, y acto seguido empieza a chillarle en árabe al botones y al recepcionista y medio en francés me aclara que más abajo hay otro parking de un hotel que a veces les hacen el favor de meter vehículos de sus clientes. Alucinado por lo rocambolesco que ha sido todo hasta ahora y que ahora se les ocurra la solución más lógica, les digo que adiós muy buenas y me marcho harto de tonterías.
De nuevo en la autopista, son más de las 10 de la noche y no hace frío, consciente de la hora que es, de repente me siento muy bien haciendo km de noche por esa autopista, está en buenas condiciones y cada 20 km encuentro un área de servicio bien equipada a la europea, con su restaurante, su tienda, etc, y todo bien atendido por chavales jóvenes vestidos con atuendo de la marca de gasolina. Paro un par de veces a comer un bocado y así hacer la ruta más llevadera y enseguida me doy cuenta que sin planearlo he decidido tirar hacia el norte, voy en dirección Tánger, ya encontraré algun sitio donde dormir aunque sea tarde, y mañana a lo mejor todavía puedo dedicar un día más de ruta por la parte norte.
Los km pasan cómodamente, paro en casi todas las áreas de servicio para no adormilarme conduciendo, descansando y bebiendo algo, en alguna incluso me dormí un rato. En Marruecos estan muy acostumbrados a viajar por carretera y paran a dormir en el propio vehículo cuando les apetece. El ambiente en plena noche no es para nada hostil y te sientes cómodo haciendo lo mismo que ellos. Lo que nunca hubiera hecho en una estación de servicio de mi propio país, allí me parece lo más normal. En una estación de servicio en obras me encentro que no hay nada, solo vallas y un edificio en construcción, eso y una fogata al lado del carril de acceso, alrededor de la cual se calientan 3 chavales jóvenes quemando unas maderas y cartones. Me paro allí mismo, me acerco a ellos y comentamos amistosamente la surrealista situación. Me despido al cabo de unos minutos y sigo la ruta, esta es otra cosa que nunca haría estando en casa.
Siguen los km, hacia el norte y el este se ven grandes relámpagos, y poco a poco el tiempo empeora. Pero ya estoy en Tanger, encuentro un par de controles de carretera, ya encontré uno saliendo de Casablanca, pero pese a haber habido un atentado tampoco se matan en controlar nada. Finalmente me meto en un hotel Ibis en las afueras de Tanger, es un poco cochambroso pese a ser muy moderno, pero son cerca de las 4 de la madrugada y hace rato que llueve bastante, así que decido quedarme por el astronómico precio de 70€. Mañana veremos como amanece el día y a donde me lleva la ruta.
Kilometraje etapa 7: 340km.